La casa de Moura

En teoría, esta primera reflexión desde La casa de Moura debía llevarme a hacer una valoración de lo ocurrido en las elecciones municipales del pasado mes de mayo en Aranjuez. Sin embargo  creo que a todos nos ocupa la atención en estos días lo ocurrido el pasado domingo 30 de agosto en nuestra ciudad, por lo que dejaré para momento más oportuno esa valoración electoral.

Miedo no lo sé, pero congoja, donde cada uno la sintiese, creo que sí tuvimos todos. Entre la incredulidad y la incertidumbre vivimos unos largos minutos en los que, por nuestra lógica inexperiencia ante estos fenómenos atmosféricos, no éramos capaces de saber si aquello iba a terminar en unos minutos o si los que terminaríamos en unos minutos éramos nosotros. Cuando el viento amainó, porque la lluvia por fuerte que cayese fue lo de menos, nos sentimos satisfechos por sabernos sanos y salvos al igual que el resto de nuestros vecinos. Una batallita más para contar. Plofff.

Al salir a la calle y al empezar a recibir noticias e imágenes a  través de las redes, la inmensidad de los destrozos nos puso los pies en el suelo sobre la magnitud de lo ocurrido y de lo que pudo ocurrir.

Ejemplar la actuación de todos los servicios de emergencias y ejemplar también la colaboración ciudadana, tanto a la hora de ayudar físicamente a restablecer el paso por algunas calles, como en  la mesura y comprensión al solicitar la intervención de Bomberos, Policía, etc. Y también, por qué no decirlo, ejemplar la actuación de nuestros gobernantes municipales y los distintos grupos políticos del Ayuntamiento, junto con la Delegada del Gobierno y la Comunidad de Madrid. Situaciones excepcionales precisan de respuestas excepcionales y, en esta ocasión, creo que hemos estado todos a la altura.

Ahora viene la segunda parte, en la que ya desde la pausa y el sosiego, cada uno deberá asumir su papel y ejercerlo desde la lealtad institucional, sin caer en condescendencias equivocadas o en exabruptos inoportunos. Esperemos estar ahí también todos a la altura que la tarea que queda por delante nos exige.

Si nos fijamos un poco en las noticias aparecidas en estos días en referencia a este suceso en los distintos medios de comunicación, todos sin excepción al referirse a los daños hacían mención a la Declaración de Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad que ostenta nuestra ciudad. 

Visto el alcance de los daños ocasionados por la tormenta, ahora que la UNESCO acaba de reforzar nuestra declaración de Patrimonio de la Humanidad declarándonos Lugar de Excepcional Valor Universal, tenemos que ser conscientes de que en un pispas, lo conseguido por muchas generaciones de ribereños a lo largo de nuestra historia se puede ir al garete. Así, en 15 minutos, sin previo aviso y ante nuestros impotentes ojos.

Algún ecologista señalaba en estos días, no sin cierta dosis de razón, que la naturaleza es sabia y que lo ocurrido había sido una limpieza natural de los árboles enfermos y secos. En algunos casos esta afirmación es cierta, pero todos hemos visto decenas de árboles completamente sanos que han sido arrancados de cuajo o partidos por la mitad por ese viento que nos azotó con una fuerza hasta ahora nunca vista en Aranjuez. Por lo que es fácil comprender que no siempre la culpa es de los mismos.

Difícilmente podemos evitar que ocurran fenómenos como el del domingo 30 pero debemos, y nuestros gobernantes tienen aquí la máxima responsabilidad, prevenir las consecuencias que un fenómeno similar podría acarrear en el futuro a nuestro Paisaje Cultural de la Humanidad. La atención pormenorizada a esos miles de árboles que conforman nuestro paisaje, analizando, saneando, reponiendo…porque los árboles no son inmortales, al igual que no lo somos las personas. Cada uno tenemos nuestro tiempo y en ese tiempo hemos de dar lo mejor de nosotros mismos, los árboles, los ciudadanos, por supuesto los políticos y el Tajo. Un río Tajo que debe garantizar como mínimo el aporte del caudal que la Ley establece, sí o sí. Un río Tajo que debe seguir vivo para que nuestra ciudad se mantenga con vida.

En una tortilla de jamón la gallina colabora poniendo el huevo, pero el cerdo se implica hasta tal punto que da su vida para aportar el jamón.

Nosotros y los árboles somos, únicamente a estos efectos, el cerdo. 

Nos tenemos que implicar, no limitarnos a colaborar.

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